Consumir bebidas alcohólicas es normal y habitual en nuestra sociedad. Desde que nacemos vemos consumir a nuestro alrededor, ya sea en comidas familiares, bautizos, comuniones, bodas o fiestas populares. Así un 94% de los españoles han bebido alguna vez en su vida, un 78,3% de 15 a 64 años consumieron durante el último año y un 15,5% bebieron en “atracón”, sobre todo jóvenes de 15 a 29 años, durante los últimos 30 días.
El consumo de bebidas alcohólicas es responsable de más de 195000 muertes al año en la UE y causa de al menos 70 enfermedades diferentes, que generan el 20-25% de los ingresos hospitalarios, sobre todo por enfermedades psiquiátricas (depresión, celos, paranoias), digestivas (cirrosis, pancreatitis), traumatológicas y cáncer. También es causa de altísima conflictividad familiar, violencia doméstica; la tercera parte de los accidentes laborales y de tráfico; frecuentes bajas laborales y numerosos suicidios y homicidios.
El consumo de alcohol está tan integrado en nuestra cultura, que incluso está bien asumido beber y no controlar si es ocasionalmente. Así un 20% de los bebedores de 15 a 64 años se han intoxicado durante el último año y en la encuesta nacional realizada a estudiantes de enseñanzas medias de 14 a 18 años en el año 2012, un 60.7% de ellos se había emborrachado alguna vez en la vida y un 30,8% durante el último mes. En el mismo sentido conducir bajo los efectos del alcohol es muy frecuente y está asumido por muchísimos conductores y sus acompañantes. En contraposición a esta permisividad de beber, llamar a alguien alcohólico es socialmente algo ofensivo, insultante y peyorativo; inaceptable para una gran mayoría de bebedores excesivos, ya que se asocia a beber y tener graves problemas, equiparándose a marginalidad y aislamiento social o ser alguien que está borracho todos los días, por lo que consecuentemente muchos de los que beben y a veces tienen problemas por ello, no se sienten representados en este concepto y rechazan cualquier valoración sobre su consumo. Sin embargo al menos 15 millones de europeos son alcohol dependientes (5,4% de varones y 1,5% de mujeres) y otros muchos consumen abusivamente.
No hay que entender la ausencia de control del consumo de bebidas alcohólicas, ya sea total u ocasional, como algo sucio o denigrante, pues el abuso o la adicción al alcohol, no es un vicio, es algo que ocurre a algunas personas, a las que les “toca”. Es una enfermedad más como tantas otras, que se produce en personas vulnerables a causa de diversos factores culturales, genéticos y psíquicos, cuando el consumo de bebidas alcohólicas va progresivamente produciendo alteraciones bioquímicas en el cerebro, alteraciones que finalmente hace perder la capacidad de control del consumo a pesar de las repercusiones que este tiene en su vida. En estos casos mirar a otra parte, negar la realidad, minimizar las repercusiones, pensar que muchos beben más que yo o decir “yo no soy alcohólico”, no solo no resuelve el problema, sino que retrasa la toma de decisiones y la enfermedad empeora (lo mismo que pasaría con un diabético o un hipertenso que tardara varios años en iniciar un tratamiento). Es necesario tomar decisiones y actuar con firmeza, acudiendo a un profesional cualificado para valorar cada caso individualmente y decidir como actuar.
- No es preciso ser alcohólico para tener problemas derivados del consumo.
- No se necesita esperar a tener graves conflictos personales derivados del consumo de alcohol para pedir ayuda.
Para facilitar la prevención y el abordaje de esta enfermedad se precisan programas de educación para la salud en la escuela, en los lugares de trabajo y también evidentemente en la familia. Es necesaria una mejor formación universitaria de los profesionales sanitarios en el tratamiento de las adicciones (altísima para tratar las repercusiones derivadas del consumo, pero prácticamente inexistente para el abordaje de la enfermedad adictiva en sí misma). Actualmente en nuestra región se está realizando un ambicioso programa de formación de profesionales para la atención temprana a alcohol y otras drogas (Programa Argos).
Por otra parte está integrado en nuestra cultura social que para aquellos que tienen problemas de control del consumo de alcohol, la única opción posible es abandonarlo totalmente y para siempre, pero eso es desincentivador, difícil de cumplir y genera un amplio rechazo, pues casi la mitad de los bebedores con problemas de abuso o adicción elegirían un objetivo de reducción del consumo y no de abstinencia. En este sentido hay una progresiva proporción de profesionales que entendemos que es válida la posibilidad, al menos inicialmente, de proponer a estos pacientes un tratamiento para favorecer el consumo controlado, ya que cualquier mejora es beneficiosa y existe una clara relación dosis dependiente entre la cantidad de alcohol ingerida y la mortalidad y morbilidad que produce. Además puede ser el primer paso que permita en muchos casos el abandono posterior.
Artículo publicado en el Periódico La Verdad de Murcia el 26 de Julio de 2016
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna