Consumir alcohol es normal, aproximadamente 2300 millones de personas son consumidoras de bebidas alcohólicas en el mundo. En España, según la última encuesta EDADES, el 81,7% de las personas de entre 15 y 65 años han bebido alcohol en los últimos 12 meses. La mayoría habitualmente, pero entre un 6 y un 7% de bebedores tienen consumos de alto riesgo y, con más o menos frecuencia, presentan problemas y repercusiones negativas en diferentes áreas de su vida. Repercusiones que son más evidentes en su entorno familiar y social, que suele ser donde se manifiestan inicialmente los consumos excesivos. En otros casos se manifiestan por problemas de salud, accidentes de tráfico, problemas laborales o legales.
Cuando las repercusiones se repiten periódicamente, aunque sólo sean 3-4 o 10 veces al año, se cumplen los criterios médicos para diagnosticar un trastorno por consumo de bebidas alcohólicas, es decir, una adicción. En definitiva, una enfermedad, que puede ser más o menos grave, pero que si no se asume y se trata empeorará progresivamente.
Muchos, tras un episodio de consumo descontrolado, se sienten mal, hundidos, avergonzados, e incluso comprenden que no controlan al 100% y evitan beber, pero al cabo de unos días o semanas empiezan a olvidar, minimizan los problemas, los justifican de múltiples maneras (no es para tanto, a todos les pasa, era un momento especial, no había comido suficiente, me sentó mal, el alcohol era de mala calidad, todos bebieron mucho, me hicieron beber más de lo que yo quería, ese día estaba mal emocionalmente y no controlé, era una celebración …) y vuelven a beber, presentando al cabo de un tiempo nuevos episodios de descontrol.

¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que tenemos un trastorno por consumo?
El que cueste tanto aceptar que se tiene un trastorno por consumo de bebidas alcohólicas, ocurre por múltiples motivos y circunstancias, entre los que se pueden destacar:
- El primer motivo es que consumir bebidas alcohólicas es normal. Beber está generalizado y normalizado en todos los niveles sociales.
- Por otra parte, la industria interviene de todas las maneras posibles, a través de la publicidad y con acciones más o menos sutiles, minimizando los riesgos y potenciando los aspectos más sugerentes del alcohol, incluso favoreciendo artículos “científicos” que avalen el consumo bajo y moderado como saludable.
- Algunos niegan que tengan un problema. Aunque son conscientes de las repercusiones, no se sienten, ni quieren ser considerados, unos alcohólicos, ya que este concepto se asocia socialmente a un consumo altamente descontrolado y es valorado de forma insultante y peyorativa.
- Otros, tienen la fantasía de que pueden beber sin pasarse y sin tener problemas. Sobre todo, los que lo consiguen frecuentemente. Lo que los lleva a no asumir su realidad, a pesar de que ya lo han intentado muchas veces y, por un motivo u otro terminan repitiendo episodios problemáticos.
- Los propios efectos positivos de las bebidas alcohólicas perpetúan el consumo, al estar ligados a la fiesta, celebraciones, al placer de consumir algunas bebidas, las risas, salir con amigos, alcanzar una cierta desinhibición o facilitar las relaciones interpersonales y los negocios.
- También son muchos los consumidores que utilizan el alcohol como si fuera una medicina, por su acción ansiolítica y sedante, para afrontar situaciones de estrés, ansiedad, soledad, depresión, insomnio, etc. Aunque los problemas no se resuelven y al día siguiente son peores.
- Otro motivo para no asumir esta enfermedad es el no aceptar la pérdida de los aspectos positivos del consumo ni el disconfort o malestar derivado de no beber, sobre todo en aquellas situaciones sociales en las que antes bebían y que asocian al consumo.
- La presión del entorno, donde otros bebedores (amigos y familiares), insisten repetidamente en que se tome una copa, no ayuda a abandonar el consumo.
- Muchos bebedores se bloquean cuando piensan que nunca más podrán consumir bebidas alcohólicas sin tener problemas. Lo que conduce frecuentemente a que surja en ellos un pensamiento de rechazo, que les impide o dificulta alcanzar objetivos posibles e inmediatos, porque en vez de ir día a día y decidir de manera dinámica, se centran en el futuro, no actúan y siguen bebiendo.
- Otras veces es por una necesidad de autoafirmación, de hacer lo que quieren y les gusta, de ser libres. Aunque la realidad es que cuando beben es cuando son verdaderamente esclavos.
- Finalmente, la no consideración social de la dependencia las bebidas alcohólicas como una enfermedad crónica, contribuye a la estigmatización del bebedor que no controla, llamándolo alcohólico, de forma despectiva y marginadora. Consecuentemente el propio consumidor no asume su enfermedad, la esconde, lucha contra ella y no acude a servicios especializados que puedan ayudarle.

Por todo ello, es conveniente y, creo que necesario, insistir que este trastorno no se elige. No tiene adicción al alcohol quien quiere, sino a quien le toca. Al igual que pasa con todas las enfermedades. Por ello, no tiene ningún mérito para quien no es adicto beber y controlar, al igual que no tiene mérito que el que no es diabético consuma dulces y no se descontrole la glucemia. Sí es cierto, que si el adicto no consume alcohol la enfermedad se detiene y ya no evoluciona a peor, como ocurre con las alergias a los alimentos, que si se evitan no existen problemas.
Esta es la responsabilidad del consumidor. Él decide si bebe o no. Pero conseguirlo no es fácil en la mayoría de los casos, aunque parezca sencillo para los que no tienen adicción. Lo primero es asumir la enfermedad, desear acabar con ella y conocer las razones por las que consume una y otra vez a pesar de los efectos perjudiciales; aceptando que para no beber tendrá que enfrentarse a esos momentos de deseo, presión, dudas y malestar, que en algunas ocasiones serán muy intensos e incluso altamente dolorosos, pero que si no se controlan conducirán a recaídas. Recaídas que son habituales, como en todas las enfermedades crónicas, pero que, aunque cueste mucho aceptarlas, se pueden tratar y prevenir.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia