Según los datos de la Organización Mundial de Salud, en el mundo existen más de 1.000 millones de fumadores y la contaminación del aire causada por el humo del tabaco es responsable de la muerte prematura de más de ocho millones de personas en 2018, de ellos alrededor de 900.000 son fumadores pasivos. Siendo el colectivo más vulnerable por su exposición involuntaria al humo, los fetos durante la gestación y los niños/as.
En España, los datos de la encuesta Edades de 2019 del Ministerio de Sanidad, realizada en población de 15 a 64 años, indican que el número de fumadores diarios ha aumentado en el último año hasta el 34%, y en la Región de Murcia al 34,7%. Niveles similares a los que existían antes de la ley antitabaco de 2011. Afectando a miles de jóvenes: 184.000 empezaron a fumar en el último año, 50.000 más que en la encuesta anterior, siendo fumadores diarios el 8,8% de los estudiantes de enseñanzas secundarias de 14 a 18 años (encuesta Estudes 2018).
Estas cifras de fumadores adultos son muy superiores a las de Estados Unidos donde fuman un 15.90%, y a las de países de nuestro entorno como Dinamarca, Holanda y Reino Unido que tienen tasas de tabaquismo del 16% o de Suecia (5%). Países estos en donde se ha actuado intensamente en la asistencia y prevención, con políticas institucionales que son absolutamente imprescindibles cuando el objetivo es ser eficaces en la lucha contra el tabaco.
¿Por qué no está siendo tan eficaz la llamada «Ley Antitabaco» en España?
Las razones por la que esto está ocurriendo en España son muy diversas, en mi opinión la percepción generalizada de que el tabaco mata lentamente favorece que los fumadores retrasen el momento de iniciar el tratamiento, mientras los jóvenes no le dan excesiva transcendencia porque todavía piensan que tienen tiempo para dejarlo. Paralelamente, hay un importante déficit asistencial, y la ley antitabaco no se está cumpliendo, porque en la práctica no se aplica firmemente y la repercusión para los infractores es nula o mínima, lo que favorece que los fumadores se permitan fumar, cada vez más, donde está prohibido. Y todo ello, a pesar de que este año en la Región de Murcia, según los datos de la Consejería de Sanidad, se han impuesto 217 denuncias, casi tantas como en todo el año 2018, y que los empresarios de hostelería afirman que «El hostelero conoce la ley al detalle y cumple, y los clientes lo tienen asumido».
Sin entrar en una confrontación de datos u opiniones, la percepción de que la ley antitabaco no se cumple es mayoritaria. Cualquiera que pasee por la calle ve que se fuma en terrazas con más de dos paredes, en parques, áreas y zonas de juegos infantiles, también a determinadas horas en el interior de numerosos pubs, cafeterías y salones de juego e incluso en los hospitales públicos en los que vemos habitualmente colillas en escaleras y cuartos de baño. Así mismo, es fácil conseguir cigarrillos sueltos, que suelen comprar los más jóvenes en los llamados ‘chinos’.
Existen medidas que se están reclamando desde hace años y que han demostrado ser eficaces, en particular: la elevación de impuestos y precio de las diferentes labores de tabaco; ampliar los espacios sin humo del tabaco para proteger a los no fumadores en coches, recintos deportivos y sitios al aire libre donde se concentran personas; el empaquetado y etiquetado genérico evita que se ponga en valor la marca del tabaco que se está fumando; prohibir la venta de derivados del tabaco mentolados y otros sabores, destinados fundamentalmente a jóvenes.
La importancia de la educación y la clasificación del tabaquismo como una enfermedad adictiva
Por otra parte, los padres y madres, profesorado, sanitarios y adultos en general somos una parte muy importante en la prevención de los riesgos del consumo de tabaco e inhalación del humo ajeno, tanto con actitudes ejemplarizantes ante nuestros hijos/as y la comunidad, cómo por educar y promover hábitos de vida saludables, también con la adopción de medidas, si fuera preciso, para protegerlos del tabaco. Así mismo, es necesario actuar en las escuelas desde edades muy precoces con programas de Educación para la Salud para prevenir el consumo.
Pero la acción más trascendente es incorporar al Sistema Nacional de Salud el abordaje y tratamiento del tabaquismo como una enfermedad adictiva, lo que realmente es, con la implicación de todos los profesionales de la salud, adecuadamente formados para prestar atención especializada a los fumadores, sobre todo a los grupos más vulnerables, en especial embarazadas y enfermos cardiovasculares o pulmonares. Financiando paralelamente y sin exclusiones los fármacos que han demostrado ser útiles para facilitar el abandono del consumo de tabaco. Política esta que ya ha demostrado su eficacia en Navarra, donde sí se financian los medicamentos, habiendo conseguido que la prevalencia del consumo de tabaco sea de 10 puntos menos que la media española.
Pero todas estas medidas no serán posibles sí, cómo reclama la Organización Mundial de la Salud, la lucha contra el tabaco no es una prioridad para los gobiernos y estos se implican no solo con palabras, sino obligando a cumplir firmemente la ley antitabaco e invirtiendo recursos suficientes para llevar a cabo las acciones necesarias.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia