La ludopatía, al igual que otras adicciones químicas, es la consecuencia de la interacción de diversos factores, familiares, sociales, culturales y ambientales, que influyen en el comportamiento de una persona, y que favorecen que se comience a apostar.
Pero si se obtienen algún beneficio, ya sea económico, emocional o social, se van generando hábitos conductuales que a su vez producen alteraciones en el circuito de recompensa cerebral, alteraciones que de forma inaparente y progresiva dirigen la vida de personas vulnerables, conduciéndolas, en determinadas situaciones ambientales o estados de ánimos, a que el deseo de jugar sea tan intenso que no saben o no pueden evitarlo, manteniendo los episodios de apuestas, sin capacidad de control, a pesar de las repercusiones y efectos perjudiciales que tienen para ellas.
¿Qué factores influyen en el desarrollo de la ludopatía?
Entre los factores favorecedores y predisponentes para desarrollar juego patológico, destaca la tremenda publicidad que durante los últimos años han realizado y realizan las casas de apuestas, invirtiendo grandísimas cantidades de dinero en promocionar el juego, ya sea a través del patrocinio de acontecimientos deportivos y equipos de futbol o a través de anuncios televisivos, realizados por deportistas y personajes famosos, que aconsejan juegos de apuestas como si no hubiera riesgo de perder, asociándolos a importantes beneficios económicos o a la búsqueda de sensaciones placenteras e incluso a ser admirado y tener un mayor atractivo sexual.
Por otra parte, iniciarse precozmente en conductas de juego, es importante en el camino hacia la ludopatía, y esas conductas se inician frecuentemente a edades muy tempranas en algunos videojuegos de entretenimiento, como Clash Royale, Star Wars y también el FIFA Ultimate Team, juegos que contienen sobres y cajas de recompensa, que se pueden comprar por unos pocos euros y que permiten obtener una ventaja sobre los otros jugadores, pero al ser aleatorio el premio obtenido, si no consiguen inicialmente el beneficio deseado, suelen realizar nuevas compras con el fin de conseguirlo, introduciéndose de esta manera de una forma inaparente en el mundo de los premios de azar. Esto puede favorecer que se desencadene más tarde una adicción al juego y a las apuestas, y sabemos que iniciar el juego antes de los 18 años multiplica por tres el riesgo de sufrir en el futuro problemas de juego patológico.
Así mismo, entre los factores familiares favorecedores de juego problemático se puede destacar la existencia de un ambiente familiar en el existan hábitos de juego o tolerancia a él, que si se asocia a sobreprotección, escasa supervisión parental o a la ausencia de normas y límites, son circunstancias muy importantes en el desarrollo de una cultura favorecedora para iniciarse en los juegos de apuestas.
Cultura que a su vez se ve tremendamente fomentada por las escasas alternativas municipales de ocio saludable y el fácil acceso a los salones de juego, que se ubican mayoritariamente cerca de centros educativos y en los barrios más pobres, y que frecuentemente no impiden la entrada en ellos a menores de edad ni a autoexcluidos.
Una vez que se empieza a jugar se pueden producir diversos beneficios económicos y emocionales, que en algunas personas vulnerables genéticamente o por su personalidad, se van fijando en la mente y conducen a hábitos, unas veces para mitigar el aburrimiento, otras para ganar dinero, también para evadirse de los problemas o del estrés y frecuentemente para recuperarse de las pérdidas o para pagar las deudas; habitualmente con desconocimiento de las leyes de probabilidad y con ideas irracionales que les conducen a creer que tienen un método para ganar, pero lo que realmente alcanzan es una ludopatía.
¿Es posible dejar de jugar?
Dejar de jugar es posible y de hecho más de 70% de los ludópatas consiguen abandonar las apuestas, aunque suelen tardar entre 5 y 10 años en pedir ayuda. Frecuentemente están motivados por la presión familiar o por las deudas que ya no son capaces de afrontar.
Para ello, además de modificar las leyes destinadas a disminuir los riesgos de apostar: prohibición de publicidad, alejar a más de 500 metros las salas de juego de los centros escolares, cumplir y hacer efectiva la prohibición de entrada en los casinos y salones de apuestas de los menores y de las personas que se hayan autoexcluido, así como no permitir que se fume en el interior de estas salas; son diversos los tratamientos médicos que se pueden realizar, de ellos la terapia farmacológica es útil, sobre todo en los casos en los que existe una patología psíquica asociada.
También se están ensayando otros fármacos: antagonistas de los opiáceos, estabilizadores del estado de ánimo, neurolépticos atípicos, etc., si bien su eficacia aún está lejos de ser definitiva. Pero en el momento actual son la reestructuración cognitiva y la modificación conductual las terapias fundamentales, que no las únicas, en el abordaje de la ludopatía.
Por otra parte, se debe actuar sobre el control de situaciones y estímulos que incitan a una nueva apuesta o precipitan la recaída. En especial es necesario un estricto control del dinero, así como de los estados emocionales negativos.
También evitar la ingesta de bebidas alcohólicas cuando estas sean el detonante para jugar y siempre el contacto con otros jugadores o entrar a locales de apuestas, autoexcluyéndose en todos los casos de los casinos, bingos y salones de juego.
Si el paciente rechaza la ayuda o estas medidas, hay que dialogar, profundizar en los problemas y repercusiones negativas derivadas del juego a lo largo de la vida: pérdida de dinero, hurtos, deudas, discusiones familiares, pérdida de empleo, etc., así como en los beneficios de dejar de apostar, intentando pactar una serie de medidas dirigidas a la reducción de daños como las antes comentadas y en particular evitar la posibilidad de pedir microcréditos y préstamos.
Solicitar ayuda a un profesional siempre es una opción positiva para estructurar un plan que le conduzca al éxito.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia