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La Obesidad: Un problema de salud mundial. ¿Es una adicción?

La obesidad ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la epidemia del siglo XXI. Su incidencia se ha triplicado en todo el mundo en los últimos 40 años, según los datos contenidos en el informe de la OMS de 2016, existiendo en ese año casi 2000 millones de adultos de 18 o más años con sobrepeso (39% del total). De ellos más de 650 millones son obesos: 11% de los hombres y 15% de las mujeres. También la obesidad afecta cada vez a más niños: más de 340 millones de niños y adolescentes de 5 a 19 años y aproximadamente 41 millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso u obesidad.

Las cifras aumentan continuamente y no solo en países con ingresos altos. Actualmente 3 de cada 4 niños que sufren esta patología viven en Asia y África, pues la pobreza y el bajo nivel educativo han demostrado ser factores de riesgo para esta enfermedad. Enfermedad que se asocia a complicaciones potencialmente graves y que causan la muerte de más de 2,8 millones de personas en el mundo cada año.

¿Cuáles son las causas de la obesidad?

Con frecuencia nos planteamos los motivos de que haya personas que no engordan o controlan fácilmente su peso y otras que comiendo de forma similar engordan y tienen gran dificultad de control.

La obesidad es una enfermedad crónica endocrino-metabólica multifactorial, en la que hasta el momento actual se han descrito 130 genes implicados, que controlan múltiples y complejos factores interrelacionados entre sí, que a través de diferentes sistemas regulan, entre otros, la acción de la insulina, el apetito, las señales de hambre o saciedad, el metabolismo, la termogénesis y los depósitos grasos. Siendo poco frecuentes los casos de obesidad y sobrepeso secundarios a enfermedades endocrinas o inducidas por fármacos.

Al margen de la importancia y transcendencia de los polimorfismos genéticos antes referidos, en el origen de la obesidad son fundamentales los factores ambientales y hábitos dietéticos, pues un elevado aporte energético, habitualmente por consumo de alimentos con alto contenido calórico, unido al sedentarismo y una menor actividad física, genera un exceso de calorías que no se utilizan y se almacenan como tejido graso. Pero esto no ocurre casualmente, ya que las causas últimas de la obesidad son más complejas que un simple desequilibrio entre la ingesta y gasto de energía. Así, un elevado nivel de estrés, una vida sedentaria, la falta de tiempo para comprar y cocinar alimentos frescos, frutas y verduras determinan el inicio de malos hábitos alimenticios, y dada la posibilidad de consumir comida procesada hipercalórica: dulces, bollería industrial y refrescos con azúcar, en cualquier lugar del mundo, se van extendiendo a modo de pandemia unos estilos de vida alimenticios que en personas vulnerables genéticamente van a ser los causantes de esta patología.

La obesidad se ha convertido en un problema de salud mundial

Entre los factores genéticos son significativos, entre otros muchos, aquellos que regulan la leptina, la resistencia insulínica y la distribución del tejido adiposo pardo o marrón, procesos que finalmente son los que determinan cómo la energía se gasta o almacena en el organismo. Así mismo, los genes asociados a la expresión de receptores dopaminérgicos D2, son los que determinan una mayor o menor vulnerabilidad individual para establecer comportamientos compulsivos de consumo de alimentos. Estos consumos compulsivos son, en parte, causados por alimentos con grandes cantidades de azúcares o combinados con grasas saturadas y sal, muy sabrosos y con una alta capacidad para generar refuerzos positivos en las áreas de recompensa del cerebro, similares a los producidos por las drogas más adictivas, reguladas por la dopamina.

Claro está que todas las personas comemos como mecanismo vital de supervivencia y la ingesta de alimentos se realiza fundamentalmente por este motivo; aunque en nuestra sociedad comer también está ligado a celebraciones y situaciones lúdicas, sociales o incluso al propio placer que produce consumir determinados alimentos o recetas muy elaboradas, en casa o en buenos restaurantes. Pero la mayoría de las personas no presentan problemas de consumo inadecuado, si bien, cada vez son más las que realizan ingestas de forma excesiva o compulsiva, no asociadas a las necesidades metabólicas ni para saciar el apetito, dando lugar a consumos que podrían sugerir un patrón adictivo. Pero mientras la adicción a las bebidas alcohólicas, nicotina y otras drogas está claramente establecida en la comunidad científica, la adicción a la comida no está incluida entre los criterios diagnósticos de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) de la OMS ni en el manual de Diagnóstico Estadístico Médico (DSM V) de la Asociación de Psiquiatría Americana.

Los alimentos muy sabrosos tienen una alta capacidad para generar refuerzos positivos en las áreas de recompensa del cerebro

¿Existe la adicción a la comida?

Ya somos muchos los que consideramos que sí hay suficientes evidencias como para hablar de adicción a la comida, en particular en personas genéticamente vulnerables en las que estos alimentos hipercalóricos, muy sabrosos, habitualmente ricos en azúcar, grasas y sal, son capaces de generar alteraciones conductuales y del comportamiento que les conducen a un consumo compulsivo de alimentos, no con una intención alimenticia sino como una búsqueda de recompensa o “placer”, muchas veces para aliviar o disminuir la ansiedad derivada de múltiples situaciones personales, y que progresivamente dan lugar a alteraciones en el circuito de recompensa, moduladas por la dopamina, con reflejos condicionados que inducen deseos de comer, frecuentemente incontrolables, que conllevan a un picoteo casi continuo, ingestas excesivas o atracones, que aunque inicialmente producen un placer inmediato, al extinguir el deseo, no llegan a producir un estado de felicidad (regulada por la serotonina), más bien al contrario, conducen a un estado progresivo de mayor infelicidad y angustia, incluso con sensación de culpabilidad y disminución de la autoestima. Sea como fuere, son situaciones que paulatinamente llevan a la pérdida de control e incapacidad para dejar de comer y controlar la ingesta de alimentos, presentando además ansia para seguir comiendo. Factores todos iguales a los que se encuentran en la etiopatogenia de las adicciones.

Independientemente de que sea considerado o no una adicción, está claro que estas conductas son un trastorno de la conducta alimenticia, y cuando generan problemas o conducen a la obesidad, deben prevenirse con una alimentación ordenada y sana, en la que estén presentes las frutas, verduras, legumbres y cereales integrales y donde se reduzcan los consumos de azúcares y grasas, en particular las saturadas y las procedentes de bollería industrial o procesadas, asociando todo ello a una vida activa con ejercicio físico.

Finalmente, en aquellos consumidores compulsivos y sobre todo obesos que no sean capaces de controlar sus ingestas con los tratamientos dietéticos convencionales o que presentan recaídas tras haber adelgazado, no hay porqué resignarse o considerar que no hay solución, pues se puede realizar un abordaje diferente y más completo, ya que existen diferentes opciones para adelgazar y lograr evitar la pérdida de control a la hora de comer: hay que tratar a estos pacientes con un doble enfoque que permita combinar los tratamientos disponibles, en primer lugar completando, si fuese necesario, una valoración médica de todas las alteraciones fisiológicas y endocrino metabólicas, que proporcionen los elementos necesarios para poder elegir el tratamiento dietético y farmacológico más adecuado, y en segundo lugar actuar como en una enfermedad adictiva, con toda la batería de pruebas y estudios que nos permitan poder realizar una reestructuración general y las modificaciones cognitivo conductuales que faciliten alcanzar el éxito final.

Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia

Adicción a la comida, Adicciones, Obesidad

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