Con demasiada frecuencia aparecen en los medios de comunicación y difusión noticias de accidentes de tráfico en las que una o varias personas han perdido la vida como consecuencia de unir el consumo de sustancias y la conducción.
La mayoría de los casos de accidentes de tráfico mortales están asociados al consumo de bebidas alcohólicas, y en ellos la alcoholemia (grado de alcohol en sangre) detectado fue superior a 1,2 gramos por litro, muy por encima al índice permitido de 0,5 g/l. Siendo además casi la mitad de ellos positivos también a cannabis o cocaína.
Este hecho, se pone evidencia en la memoria del Instituto Nacional de Toxicología, donde consta que el 43% de los conductores fallecidos en accidentes de tráfico en 2018 habían consumido drogas, ya fuera bebidas alcohólicas, psicofármacos, cocaína, cannabis u otras sustancias. Siendo las bebidas alcohólicas la sustancia más frecuentemente detectada en los conductores fallecidos. Un 61,2%, aproximadamente 2 de cada 3, de ellos fueron positivos a ella, mientras que un 44% fueron positivos a drogas (59,8 a cannabis, 51% a cocaína y 25% a psicofármacos). La mayoría de los fallecidos, son varones de edades de edades comprendidas entre 25 a 54 años (un 67,5%).
Aun cuando las bebidas alcohólicas han disminuido ligeramente como factor causante de accidentes mortales de tráfico en los últimos 10 años (pasando de un 30,9 a un 26,5%), el número global de víctimas mortales en accidentes de tráfico después de consumir drogas ha aumentado casi 10 puntos durante este mismo tiempo, pasando de 10,7% a 19,1% y las muertes asociadas al uso y consumo de psicofármacos también han duplicado su porcentaje, pasando del 5% en 2008 al 10,8% en 2018. Cabe también resaltar que 53.173 conductores fueron condenados en 2018 por conducir bajo los efectos de alcohol y/o drogas.
A pesar de la crudeza de estos datos, en los que no se contabilizan los daños a terceros ni se cuantifican las repercusiones económicas ni emocionales y que demuestran sin lugar a dudas una realidad que en teoría todos conocemos: la estrecha relación entre el consumo de drogas y los accidentes de tráfico; pareciera que una parte de los conductores no toman en consideración, o infravaloran los riesgos, del consumo de sustancias y la conducción, probablemente pensando que por consumir un poco no hay casi peligro, o que él controla, que lo ha hecho muchas veces y nunca ha tenido un accidente, o tal vez que el trayecto es corto y no va a pasar nada. Según datos del RACE un 43,6% de los conductores de Europa reconocen haber consumido bebidas con alcohol antes de haber conducido, aun cuando en España solo lo hace un 14,4%.
¿Por qué el consumo de sustancias en la conducción (alcohol, psicofármacos y drogas) favorece el aumento de accidentes?
El consumo de estas sustancias está asociado claramente a alteraciones en diversas áreas del sistema nervioso central, que regulan la capacidad visual, las habilidades motoras y sensitivas, así como la capacidad de coordinación, juicio, atención y tiempo de reacción. Por ello, cuando se ingieren bebidas alcohólicas u otras drogas se producen alteraciones en el cerebro de forma generalizada y se modifican las capacidades para conducir con seguridad, de forma más o menos intensa, en función del tipo y cantidad de bebida consumida, el género (mujer u hombre), el peso, la tolerancia y la susceptibilidad individual de cada uno, también de la velocidad a la que se bebe, del cansancio previo o del estado emocional en el que se encuentre la persona en cuestión.
Así, y a modo de resumen ¿qué ocurre cuando juntamos consumo de sustancias y conducción?
A nivel visual:
Enlentecimiento y disminución de los movimientos oculares, con lo que el campo de visión se concentra en el centro, produciendo el llamado efecto túnel y con ello una pérdida de la percepción de lo que ocurre en el entorno y de las señales de tráfico, unido a un aumento de la fatiga ocular, pérdida de la concentración visual y alteración de la capacidad de la convergencia ocular que dificulta el cálculo adecuado de la velocidad y de las distancias.
Así mismo los deslumbramientos son más intensos y frecuentes porque existen pupilas dilatadas con problemas de la acomodación ocular a los cambios de luz.
A nivel psicomotriz:
Hay una sobrevaloración de la sensación de control y confianza en sí mismo para conducir, asociado frecuentemente a un descenso de la prudencia y unido a desorientación témporo espacial, disminución de la coordinación motora y sensorial, con pérdida de la precisión de los movimientos, así como disminución de la capacidad de atención y concentración.
Al mismo tiempo, la toma de decisiones se enlentece, los reflejos disminuyen, aumenta el tiempo de respuesta y consecuentemente el tiempo de reacción ante cualquier situación inesperada o no de la conducción.
Además de estas acciones generales compartidas por las diferentes drogas, en el uso del cannabis destaca su acción sedante, en ocasiones con somnolencia, alteración de la percepción de los colores, del tiempo y del espacio, junto a pérdida de atención, pérdida de memoria y dificultad para organizar la información compleja y resolver problemas, así como modificaciones del estado de ánimo que pueden conducir a crisis de ansiedad o episodios psicóticos.
Otras drogas como la cocaína, destacan por sus efectos estimulantes, que pueden producir estados de grandiosidad, disminución de la sensación de fatiga, agresividad, competitividad con otros conductores y también distorsión de la realidad o alucinaciones con una menor percepción de conductas de riesgo.
Por otra parte, cuando se consumen dos o más sustancias a la vez los efectos se multiplican, potenciando las acciones sedantes en el caso de alcohol con cannabis o psicofármacos o las estimulantes y euforizantes, cuando lo que se mezcla es la cocaína con bebidas alcohólicas.
En cualquier caso, solas o asociadas, el efecto final del consumo de drogas sobre la conducción es que esta se transforma en peligrosa e insegura y se realizan actuaciones inadecuadas, ya sea conducir de forma temeraria o errática, disminuir la distancia de seguridad, cambiar de carril sin señalizarlo o invadir el carril contrario, entre otras muchas, con lo que las posibilidades de un accidente grave se multiplican exponencialmente.
En España está prohibido conducir con una tasa de alcohol en aire espirado superior a 0,25 mg/litro, equivalente a una alcoholemia mayor a 0,5 gr/l de alcohol en sangre, cantidad que se reduce a 0,15mg/l (0,3 g/l) en el caso de conductores noveles y profesionales, cifra que se alcanza con una sola cerveza de 330 ml de 5 grados, que ya produce una tasa de alcohol de 0,20 g/l en un varón sano de 70 kg y de 0,34 g/l. en una mujer de 60 kg.
Conducir con cualquier cantidad de alcohol, aunque pueda ser legal es peligroso y se ha comprobado repetidamente en experimentación realizada en circuitos cerrados, donde a un conductor con diversas dosis de alcohol se le pide que conduzca en zig-zag evitando conos, frene o tome una glorieta y se ve como a mayor ingesta de bebidas los errores se multiplican.
Os dejamos un enlace a un libro en pdf de la Dirección General de Tráfico, bastante educativo, sobre Alcohol y Conducción
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia